Benicolet: Castillo de Vilella
Los castillos siempre atesoran, meticulosamente, secretos ocultos entre sus piedras. Sus emplazamientos relatan historias fantásticas y otras no tanto, de conquistas, reconquistas y aventuras que los han hecho siempre participes en prácticamente todos los episodios de la Historia. En la ruta del penúltimo fin de semana de enero 2021, visitamos el castillo de Vilella, una gran peña que domina los valles, desde donde se vislumbra el mar e imperando sobre el collado de Llautó, Puerta de enlace entre el Valle de Albaida y la Safor. entre la sierra del Benicadell y la de la Cufa, cerca de Lluxent ( Luchente),
La fortaleza debió ser construida a finales del siglo XII o principios del siglo XIII, durante el periodo almohade. En la época de la conquista, se habla de una guarnición operativa en este castillo durante la revuelta mudéjar, encabezada por Al-Azraq. Una fortificación en ruinas, que guarda un cierto anhelo de misterio y un encanto especial en el mismo momento en el que se cruza su entrada.
En un primer momento, debíamos haber realizado la ruta de forma circular, pero el camino era impracticable debido al barro y charcos de agua muy grandes. Optamos por hacerla lineal. Un trayecto de unos 12 kilómetros que realizamos en 5 horas con paradas.
Os remitimos a continuación las recomendaciones de rigor y avisos importantes a tener en consideración:
Nos dirigimos a la población de Benicolet, provincia de Valencia, para aparcar el coche al final del camino «El Racó del Pi». Os dejamos el enlace donde dejamos el coche:
Emprendemos la caminata por un camino ancho de tierra, flanqueado por bancales de arboles frutales y almendros… y a lo lejos una frondosa arboleda. En la primera intersección, el mal estado del sendero, nos imposibilitó hacer la ruta circular (nos perdimos algún horno de cal, lastima), así que seguimos por la derecha sin abandonar el camino principal.
Llegamos al primer horno de cal camuflado entre dos arboles. Se encuentra en ruinas, abandonado, casi desapercibido. Vestigio de un oficio tradicional de antaño muy repartido en esta región. Muy cerca, una roca forma el Racó del Pi, y un poco más adelante otro típico «forn de calç».
Seguimos por la ancha senda, a los pocos metros un panel nos indica la presencia de abejas, debemos extremar la precaución, sin molestarlas que están trabajando laboriosamente. El monte está pintado de amarillo por la vegetación de maquis y la miríada de retamos espinosos. Vamos tomando altitud y apreciamos la belleza de las vistas. Los pinos todavía son muy jóvenes, una pena el incendio de hace unos años.
Llegamos a una bifurcación, giramos a nuestra izquierda , con una subida continuada, sin llegar a ser dificultosa. pasamos por delante de las ruinas del corral del «Tío Miguel»
El sendero de tierra se estrecha y acompañados por multitud de romero y margallones. Las vistas impresionantes del valle e incluso al horizonte, adivinamos el mar, No tardamos en llegar a la cueva del fraile, colocamos nuestro hito para indicar el emplazamiento, al encontrarse su entrada a la izquierda y tapada por arbustos, puede pasar de ser percibida.
Iniciamos una ligera bajada, el camino se vuelve más pedregoso. La vegetación es rasa a pérdida de vista. Las colinas dibujan jalones y algunos troncos se encuentran diseminados durante el itinerario. Un gozo observar cómo pecorean las abejas los brezos o ericas.
En pocos minutos, desembocamos a una pista y un panel indica nuestra dirección a la derecha, para descubrir en unos metros las ruinas del castillo. Las vistas impresionan. Se puede ver el mar a lo lejos y una panorámica sublime de los dos valles se despliega delante de nosotros.
Llegamos a los pies de la muralla. Debemos tomar el sendero a su izquierda para poder acceder a la entrada, con precaución en el último tramo o al bajarlos cuando regresamos, tras su visita.
La fortaleza impone, pese a solo quedar algunos de los muros exteriores y las paredes de una sala en pie. Tan solo adentrarnos, a la derecha se imagina un@, las vivencias que guardaran estos vestigios. Hasta las flores anidan entre sus piedras.
El enclave, con su paraje, nos parece tan encantador y al abrigo del viento, que decidimos comer aquí. No hay barreras, sino cuerdas que delimitan las zonas de peligro. Extremad las precauciones. Emprendemos la bajada y regresamos sobre nuestros pasos hacia la bifurcación de entrada al sendero.
Retomamos la pista por la izquierda y buscamos la bifurcación de la senda que nos encamina hacia la cueva y el corral del «Tío Miguel». En el último tramo de bajada, estamos vigilados por los pájaros!
No podemos esconder nuestra fascinación por el mundo de las abejas. Tuvimos la suerte de contemplarlas en los brezos, las plantas de romeros y los retamos espinosos durante todo el itinerario.
Una ruta recomendable, (eso sí yendo siempre con precaución), cómoda y colorida. Disfrutamos mucho a pesar del viento, que no nos abandona desde varias semanas. Os dejamos, a continuación, los enlaces a nuestras fotografías en Facebook, tracks de Wikiloc y Relive :
Hasta la próxima aventurer@s!!!